Una nueva vision que une el mundo magico del tarot y la videncia con la espiritualidad del yoga, enriqueciendo ambas practicas y creando un espacio de profunda intuicion y sabiduria
lunes, 21 de marzo de 2011
21 de marzo de 1953: el dia de la iluminacion de Osho
Aqui os dejo la primera parte de la experiencia de la Iluminacion, contada por Osho:
-"HABÍA ESTADO TRABAJANDO DURANTE MUCHAS VIDAS —trabajando sobre mi mismo, luchando, haciendo todo lo que podía—, y no sucedía nada. Ahora entiendo porque no sucedía nada. El mismo esfuerzo era el obstáculo, la misma escalera lo estaba impidiendo, la misma necesidad de buscar era el obstáculo. No es que uno pueda encontrar sin buscar —hace falta buscar—, pero llega un momento en el que hay que abandonar la búsqueda. El bote es necesario para cruzar el río, pero luego llega un momento en el que tienes que salir del bote, olvidarte de él y dejarlo atrás. El esfuerzo es necesario, nada es posible sin esfuerzo. Y también nada es posible sólo con esfuerzo.
Justo antes del 21 de Marzo de 1953, siete días antes, dejé de trabajar en mi mismo. Llega un momento en el que ves la futilidad del esfuerzo. Has hecho todo lo que podías hacer y no está sucediendo nada. Has hecho todo lo que es humanamente posible. ¿Qué más puedes hacer? Sintiéndose completamente impotente, uno abandona toda la lucha. Y el día en el que la búsqueda se detuvo, el día en el que no estaba buscando algo, el día en el que no estaba esperando que sucediera algo, comenzó a suceder. Surgió una nueva energía, de ninguna parte. No venía de ningún lugar. Venía de ningún lugar y de todas partes. Estaba en los árboles, en las rocas, en el cielo, en el sol, en el aire; estaba en todas partes. Había estado buscando con tanto esfuerzo pensando que estaba muy lejos, ¡y estaba tan cerca y tan próxima! Los ojos se habían enfocado en la lejanía, en el horizonte, y habían perdido la capacidad de ver aquello que está justo al lado.
El día en el que cesó el esfuerzo, yo también cesé, porque tú no puedes existir sin esfuerzo, no puedes existir sin deseo, no puedes existir sin insistir. El fenómeno del ego, el del ser, no es un objeto, es un proceso. No es una substancia sentada en tu interior; la tienes que crear en cada momento. Es como pedalear en una bicicleta: si sigues pedaleando continúa; si dejas de pedalear se detiene. Podría continuar un poco por la inercia pero en el momento que dejas de pedalear, de hecho, la bicicleta comienza a detenerse. No tiene más energía, no tiene más potencia para ir a cualquier lugar. Caerá y colapsará.
El ego existe porque seguimos pedaleando en el deseo, porque seguimos esforzándonos para conseguir algo, porque continuamos adelantándonos a nosotros mismos. En eso consiste el fenómeno del ego: saltar por delante de nosotros mismos, saltar al futuro, saltar al mañana. El salto hacia lo no-existencial crea el ego. Es como si fuese un espejismo porque surge de lo no-existencial. Sólo está compuesto de deseo y de nada más. Sólo está compuesto de sed y nada más.
El ego no está en el presente, está en el futuro. Si estás en el futuro, entonces el ego parece ser muy substancial. Si estás en el presente, el ego es un espejismo; comienza a desaparecer.
El día que dejé de buscar…, y es incorrecto decir que dejé de buscar; sería mejor decir el día que la búsqueda se detuvo. Déjame repetirlo: la mejor manera de decirlo es el día que la búsqueda se detuvo. Porque si yo la detengo, entonces “yo” estoy ahí de nuevo. Ahora mi esfuerzo consiste en detenerlo, ahora mi deseo es detenerlo, y el deseo continúa existiendo de una forma muy sutil.
No puedes detener el deseo, sólo puedes entenderlo. En esa misma comprensión se detiene. Recuerda, nadie puede dejar de desear, y la realidad sucede sólo cuando el deseo se detiene.
Este es el dilema. ¿Qué puedes hacer? Ahí está el deseo, y los budas siguen diciendo que hay que dejar de desear, y acto seguido te dicen que no puedes dejar de desear. De modo que, ¿qué puedes hacer? Pones a la gente en un dilema. Están en el deseo, ciertamente. Dices que hay que detenerlo; de acuerdo. Y entonces dices que no se puede detener. Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer?
Hay que entender el deseo. Lo puedes entender, puedes ver su futilidad. Se necesita una percepción directa, se necesita una comprensión inmediata.
El día en el que se detuvo el deseo, me sentí muy impotente y desesperado. No había esperanza porque no había futuro. Nada que esperar porque todas las esperanzas han demostrado ser vanas, no conducen a ningún lugar. Vas dando vueltas. Sigue colgando delante de ti, va creando nuevos espejismos, sigue llamándote: —Vamos, corre más rápido que llegarás—. Pero no importa lo rápido que corras, nunca lo alcanzarás. Es como el horizonte que ves alrededor de la tierra. Parece, pero no está ahí. Si vas hacia él, sigue alejándose de ti. Cuanto más corres, más rápido se aleja. Cuanto más lento vas, más lento se aleja. Pero hay algo cierto, la distancia entre tú y el horizonte sigue siendo absolutamente igual. No puedes reducir la distancia entre tú y el horizonte ni un solo centímetro.
No puedes reducir la distancia entre tú y tu esperanza. La esperanza es el horizonte. Tratas de tender un puente entre tu ser y el horizonte con la esperanza, con un deseo proyectado. El deseo es el puente, un puente inexistente, porque el horizonte no existe. De modo que no puedes construir un puente con él, sólo puedes soñar acerca del puente. No puedes unirte a algo no existencial.
El día que el deseo se detuvo, el día que miré en su interior y me di cuenta de que era inútil, me sentí impotente y sin esperanzas. Pero en ese mismo momento algo empezó a suceder. Comenzó a suceder aquello por lo que había estado trabajando durante muchas vidas pero no había sucedido. En tu desesperanza está la única esperanza, en tu falta de deseo está tu única realización, y en tu tremenda impotencia de repente la existencia entera empieza a ayudarte.
La existencia está esperando. Cuando ve que estás trabajando por tu cuenta, no interfiere. Espera. Puede esperar infinitamente porque la existencia no tiene prisa. Es eterna. En el momento que dejas de estar tú sólo —en el momento en el que te abandonas, en el momento en el que desapareces—, la existencia entera corre hacia ti, entra en ti. Y por primera vez empieza a ocurrir algo.
Durante siete días viví en un estado muy desesperado e impotente, pero al mismo tiempo estaba surgiendo algo. Cuando yo uso la palabra desesperado, no tiene el mismo sentido que tiene para ti. Simplemente quiero decir que en mi no había esperanza. La esperanza estaba ausente. No estoy diciendo que estuvies desesperado y triste. De hecho estaba feliz; estaba muy tranquilo, en calma, recogido y centrado. Desesperado, pero con un significado totalmente nuevo. No había esperanza, de modo que, ¿cómo podía haber desesperanza? Ambas habían desaparecido.
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